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El fujimorismo luego de los huaicos

El fujimorismo luego de los huaicos
Víctor Andrés Ponce
17 de abril del 2017

Balance y liquidación de una etapa naranja

A estas alturas es más que evidente que luego de los huaicos y las lluvias que azotaron el norte del Perú, la administración PPK salió ganando largamente en cuanto aprobación popular por la gran voluntad demostrada al movilizar el viejo aparato estatal; mientras que el fujimorismo se mostró desconcertado, sobre todo por la incapacidad de liderar una propuesta de convergencia nacional alrededor de la atención de la emergencia.

Si bien la popularidad del gobierno sube en alrededor de más diez puntos es sorprendente que el movimiento naranja continúe también en subida. En todos los sondeos trepa algo. ¿Por qué es importante? Porque casi paralelamente a la emergencia, el fujimorismo cometió el error de presentar un extraño proyecto de ley sobre la prensa y, en el acto, el Gobierno y los principales medios se “matrimoniaron” y desarrollaron una polarización que evocó los peores momentos de la segunda vuelta electoral, y que también parecía señalar que lo peor del nadinismo seguía vivito y coleando en Palacio. Sin embargo el fujimorismo se mostró inmune.

No obstante esta aparente inmunidad al ataque mediático (los periodistas y rompehuesos del antifujimorismo no perciben que el golpe es tan exagerado que los naranjas empiezan a victimizarse) no debería postergar la necesidad de que el fujimorismo desarrolle un balance y liquidación de una etapa que debe superar con prontitud.

Quizá el error político más clamoroso del movimiento naranja haya sido no haberse puesto a la cabeza de la unidad nacional ante la emergencia y el desastre nacional. Ante los huaicos y lluvias, y la existencia de un gobierno frágil e inexperto, la gente esperaba una mano extendida de la principal fuerza política. El fujimorismo no lo hizo. Kenji se tomó foto en Palacio y los medios y las encuestadoras armaron una supuesta división del fujimorismo, en medio de “muñecos” alrededor de los decretos legislativos y las cuestiones de género, las ofensas al Alzheimer, y la demolición de turno de algunos congresistas naranjas.

¿Por qué el error persiste en los naranjas? A estas alturas la verdad es evidente: el fujimorismo carece de un estado mayor eficiente. Es el mismo vacío que explica la derrota electoral de la segunda vuelta pasada. Si Keiko Fujimori pretende hacer política en grande debe entender que el peor error de un ejército es no contar con el estado mayor adecuado. Los colaboradores leales no siempre forman parte de la dirección de un partido que se postula como histórico. No leer la demanda de unidad nacional en la situación de un país es un error que no tiene excusas, que en circunstancias complicadas puede terminar liquidando a una sociedad y al partido que se rehúsa a la convocatoria de unidad.

El reajuste del estado mayor en el fujimorismo debería permitir organizar el plan de reformas constitucionales (bicameralismo, por ejemplo) y legales que el fujimorismo está obligado a desarrollar en el Parlamento en su condición de mayoría absoluta legislativa. Y, por supuesto, también a ajustar la dialéctica entre colaboración y oposición que se debería impulsar ante la administración PPK para evitar el error de negarse a la convergencia.

Un hecho interesante de la inmunidad del fujimorismo al ataque del rompehueso antifujimorista es que quizá el golpe del anti solo empiece a reducir su audiencia en un pequeño segmento del Perú; es decir, al lado formal de la sociedad, al lado clasista que todavía sobrevive con increíble fuerza. ¿Qué podría significar algo así? Que de una u otra manera el movimiento naranja todavía sigue representando una fuerza en contra del establishment forjado en la democracia posnoventa. Algo que sería muy ventajoso para los naranjas cuando la sociedad contemple los procesos y sentencias por el caso Lava Jato de casi todos los dioses políticos antifujimoristas.

Si las cosas fueran así el fujimorismo no debería olvidar por un solo minuto su condición plebeya, su apuesta a convertirse en el segundo partido del pueblo de nuestra historia. Si hay algo de eso, entonces, no debería olvidar su voluntad de representar a los mineros artesanales y todos los empresarios excluidos de la legalidad.

 

Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
17 de abril del 2017

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