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El fujimorismo desconcertado

El fujimorismo desconcertado
Víctor Andrés Ponce
01 de agosto del 2016

Entre la gobernabilidad y la oposición

A estas alturas no se puede negar una verdad con respecto al fujimorismo: todavía no termina de procesar los resultados electorales y ubicarse en el nuevo periodo político. Es evidente que el discurso conciliador de Luz Salgado contrasta con el mensaje de Keiko Fujimori (en el que señala que convertirá en leyes el programa de Fuerza Popular) y el hielo que le hizo la mayoría legislativa a PPK durante el mensaje de 28 de julio. Para ser justos, a diferencia de la alharaca de la izquierda que pretende encontrar obstruccionismo y complot antidemocrático en cada gesto errado del fujimorismo, lo correcto es hablar de un desconcierto general en las tiendas naranjas.

Y es que el problema es gigantesco. La polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que ha envenenado a la democracia en los últimos quince años, ha producido un absurdo constitucional: una mayoría legislativa absoluta y un gobierno demasiado frágil. Cualquiera sabe que nadie puede redactar una Constitución para semejante resultado. La gravedad de la polaridad que nos aqueja, entonces, está fuera de dudas.

Por angas o por mangas, el fujimorismo no solo es responsable del futuro Legislativo sino también del de la administración PPK. Si hay obstruccionismo el fracaso pepekausista le salpicará. El fujimorismo entonces debe definir su quehacer, su táctica, para evitar aislarse del humor nacional y reducirse al tercio que incuestionablemente representa. Y una de las reglas de la política señala que cuando el jefe de Estado tiene su luna de miel hay que dejarlo hacer; y PPK está entrando en ese momento, sobre todo luego de su mensaje presidencial y los primeros actos como jefe de Estado.

Sin embargo el fujimorismo tiene el deber ineludible de convertirse en cabeza de la oposición. Considerando que el principal beneficiado de un fracaso de la administración PPK sería el radicalismo, suena medio extraño señalar que el movimiento naranja debe liderar la oposición y al mismo tiempo otorgar gobernabilidad. ¿Cómo?

El fujimorismo debería entender que si abandona cualquier obstruccionismo, la nueva administración, tarde o temprano, colisionará con el radicalismo al momento de destrabar proyectos y relanzar emprendimientos mineros. En ese escenario el movimiento naranja tiene un horizonte amplio para diferenciarse del pepekausismo y de la oposición radical. Imaginemos a Mendoza y Arana declarando sobre una protesta en contra de Las Bambas y Antapaccay. Las cosas comenzarían a aclararse.

Pero quizá lo más importante a entender puede ser que el futuro del fujimorismo no dependerá, principalmente, de la manera cómo desarrolla la dialéctica gobernabilidad - oposición. El absurdo constitucional de haber conseguido la mayoría legislativa absoluta, pero no el gobierno, obliga al movimiento naranja a cambiar el fondo y la forma de la acción legislativa. Quizá si se miran las cosas desde ese lado, haya mucha racionalidad (más allá de lo inoportuno del momento) en la declaración de Keiko de convertir en leyes el programa de Fuerza Popular. ¿Acaso se está hablando de un gobierno paralelo? Eso es imposible. PPK es el jefe de Estado y responsable de la conducción del Estado.

Si el fujimorismo entiende que la República que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones requiere un segundo piso constitucional para consolidarse como una plena sociedad abierta, quizá el movimiento naranja habría encontrado la clave que le permita superar esta especie de trampa constitucional que ha gestado la terrible polaridad del país.

Temas como la bicameralidad, el sistema electoral, la descentralización y otros, se podrían convertir en ejes del debate nacional mediante audiencias públicas y televisadas del Legislativo y, de pronto, algo estaría cambiando en el sistema político. El fujimorismo evitaría la amenaza de una mala gestión legislativa y bajos niveles de popularidad del Congreso —tal como sucedió en los últimos tres parlamentos— y podría terminar asociando su identidad a la consolidación republicana. Ganarían el propio fujimorismo y la administración PPK, y el Perú evitaría la amenaza del radicalismo que espera el fracaso del “cuarto gobierno neoliberal” en democracia.

Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
01 de agosto del 2016

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