El factor Vizcarra

Fujimorismo: entre la gobernabilidad y la oposición

Cualquier ministro que es interpelado y evita la censura, de una u otra manera, siempre resultará favorecido y quizá empoderado, si se trata de un primer vicepresidente de uno de los ejecutivos más débiles de nuestra reciente historia. Si Martín Vizcarra, en su calidad de ministro de Transportes, presenta las aclaraciones correspondientes por la polémica adenda al proyecto del aeropuerto de Chinchero e, incluso, aparece dando los respectivos pasos atrás en el tema, no solo salvaría la cartera ministerial, sino que también aparecería empoderado como uno de los protagonistas en la línea de sucesión democrática.

De alguna manera el resultado de la interpelación indicará que, más allá de cualquier error o responsabilidad política del titular de Transportes, todos entendieron que hay que preservar la línea de sucesión republicana, sobre todo en una administración que no solo tiene una debilidad de origen (Ejecutivo de la tercera bancada del Legislativo), sino que además suele dispararse a los pies y acrecentar sus fragilidades.

Quizá el resultado favorable de la interpelación de Vizcarra se convierta en la instantánea que revele una clara voluntad democrática de los principales actores: preservar la línea de sucesión democrática y terminar con las especulaciones destructivas para la democracia y el crecimiento económico, especulaciones que nos señalan la posibilidad de un adelanto de elecciones. La democracia y el Ejecutivo empezarían a respirar con tranquilidad, pero también la mayoría fujimorista conseguiría un enorme espacio para seguir desarrollando su papel opositor, no obstante que comenzará a sostener al gobierno pepekausa con los dos hombros.

Allí podría residir el secreto de una estrategia victoriosa del movimiento naranja hacia el 2021: sostener a una administración y liderar una oposición incuestionable al mismo tiempo. Preservar la figura de Vizcarra es entonces un hecho que tornaría en incuestionable la voluntad fujimorista a favor de la gobernabilidad. Sin embargo, todavía faltaría presentar los gestos y las imágenes que revelen la voluntad de liderar la oposición.

Mucha gobernabilidad pero poca oposición podría ser el dilema. Salvada la figura del primer vicepresidente de la República, el margen de maniobra para la oposición naranja se vuelve ancho y ajeno. Por ejemplo, después de la interpelación sin censura de Vizcarra, ¿por qué no enfrentar el desmadre de la seguridad ciudadana, que destruye la gobernabilidad y debilita al Ejecutivo, como una legítima defensa de la población?

La política siempre ha sido el arte de los acuerdos y la cooperación. Pero el desarrollo de los plazos constitucionales y los cronogramas electorales demanda estrategias para liderar las adhesiones y rechazos de la ciudadanía. La administración PPK, poco a poco y con el vendaje izquierdista que parece haberse colocado sobre los ojos, acumula las iras ciudadanas por los temas de seguridad ciudadana y esa inexplicable batalla por el currículo y las cuestiones de género, frente a una mayoría cada vez más aplastante.

Si el fujimorismo no lidera ese sentimiento opositor de aquí hacia el 2021, un liderazgo que también demanda nuevas interpelaciones ministeriales y quizá censuras, es evidente que estaría jugando a favor de las candidaturas de Julio Guzmán, Verónika Mendoza, Gregorio Santos y otros. Y algo así sería una ingenuidad monumental. Todo parece indicar que los naranjas ya empiezan a tener escuela política.

Víctor Andrés Ponce