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La maldición Belaunde Lossio

La maldición Belaunde Lossio
Víctor Andrés Ponce
09 de enero del 2015

No es casual que el futuro de Toledo y el de Humala se parezcan cada vez más.

A estas alturas el affaire Martín Belaunde Lossio no solo se convierte en un torpedo en la línea de flotación de la nave de Palacio sino que, además y poco a poco, se transforma en un asunto que compromete a dos estados: Perú y Bolivia. Para cualquier observador sagaz todo parece indicar que el prófugo tiene las cartas de la baraja. De lo contrario, él ya estaría de regreso en Lima y habría sido presentado con todas las luces y reflectores, tal como se hizo con Benedicto Jiménez y Carlos Orellana. Aquí las cosas son diferentes.

Pero no solo se trata de torpedos en el presente, sino  que, por angas o por mangas, se está comprometiendo el futuro político del nacionalismo. Daniel Urresti, el ministro del Interior en ascenso vertiginoso -a tal punto que muchos lo ven como un potencial candidato presidencial- podría terminar achicharrado por la fuga del ex asesor de campaña de los Humala-Heredia. No hay manera como salirse del bulto que hoy aplasta  al histriónico ministro del Interior.

El desconcierto es tan evidente que Urresti comienza a perder la mínima compostura que solía guardar en medio de los excesos a los que nos acostumbraba. Esa voluntad febril de responder cada crítica mediante insultos utilizando el Twitter lo aleja de esa imagen de alterado, con vozarrón agresivo, pero preocupado en los temas de seguridad ciudadana, al margen de que no haya una sola reforma para solucionar el problema.

Pero no solo se trata de Urresti. A medida que el culebrón boliviano suma capítulo tras capítulo, las últimas reservas de popularidad que Nadine Heredia había acumulado en los dos primeros años de administración humalista amenazan con consumirse. Una de las posibilidades del futuro nacionalista es que la señora Heredia encabece la lista parlamentaria para atraer votos y mejorar los resultados, pero con la comedia boliviana, esa posibilidad empieza a aparecer remota.

En medio de esta situación la pregunta sobre la mesa es, ¿cómo salimos de ésta? No hay respuesta porque las cartas no parecen estar en las manos de los gobiernos de Perú y Bolivia, sino en las de Belaunde Lossio. Otra vez, ¿por qué tanta tolerancia boliviana? A lo mejor el prófugo era un verdadero operador de los proyectos bolivarianos en el Perú, nexo con las anteriores campañas nacionalistas, y que ahora ha vendido la versión de que la derecha peruana pretende castigarlo por semejante osadía. A lo mejor, pero poco importa frente al deterioro de la gobernabilidad del país.

Otra vez, ¿cómo salimos de ésta?  Quizá el caso Belaunde Lossio se convierta en un estribillo que nos acompañe hasta el relevo gubernamental. Mientras Bolivia no lo devuelva, posiblemente no habrá desenlace. Ahora bien, todas las imputaciones en contra de los Humala se basa en indicios y, como ya sabemos, en las democracias no se sentencia con indicios sino con pruebas. Pero el nacionalismo transformó los indicios en fuente de persecución política contra la oposición y hoy, como se dice, bebe de su propia medicina. Paradojas de la política.

Cuando suceden estas cosas vale recordar que así pasa con los gobiernos de los anti. No es casual que el futuro de Toledo y Humala comience a parecerse cada vez más.

Por Víctor Andrés Ponce
(09 - Ene - 2015)

Víctor Andrés Ponce
09 de enero del 2015

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