El café cargado de PPK

Jefe de Estado enmendó la plana a Basombrío

Luego de la muerte de Quintino Cereceda y las lesiones graves a 20 policías en Las Bambas —y después también de las particulares opiniones del ministro del Interior, Carlos Basombrío, sobre los mencionados hechos— el jefe de Estado tuvo un pronunciamiento que podría significar un cambio en su estilo de gobernar. Si el asunto ha pasado desapercibido es porque la media nacional, sorprendentemente, silenció un aspecto muy importante de las declaraciones presidenciales.

PPK se identificó con las demandas de la población de Las Bambas y señaló que la administración nacional iba a trabajar para resolverlas. Sin embargo enseguida precisó que se debía apoyar a la Policía Nacional, que trabaja a 4,000 metros de altura, y que las órdenes para ella debían ser claras. Considerando que Basombrío responsabilizó de los hechos a dos coroneles, para cualquier persona con dos dedos de frente era evidente que el jefe de Estado estaba rectificando al titular del Interior.

Ahora bien, detrás del café presidencial pueden haber dos intenciones. Una, quizá la más delicada, es que el Presidente quiso restablecer la natural cadena de mando que debe existir entre la Policía y el Estado. Si un contingente policial desbloquea una carretera con presencia del fiscal, y luego enfrenta una emboscada de sectores radicalizados con el triste resultado de un muerto y 20 heridos (más allá de los problemas administrativos del comando policial), en cualquier sociedad normal se perseguiría judicialmente a los agresores. ¿O no?

Y si luego el Estado desautoriza a quienes pretendieron hacer cumplir la ley, anuncia destituciones y procesos para los efectivos, ¿qué policía se atreverá a defender la legalidad en un conflicto social? Quizá entonces el principal objetivo de PPK era restablecer la confianza de la policía y evitar que el radicalismo se salga con la suya cuando afirma que “la policía criminaliza la protesta”.

No obstante, detrás de la cuadrada presidencial también podría existir un evidente reajuste de estilo en la conducción del Ejecutivo. Que PPK haya puesto los puntos sobre las íes en público se explicaría porque Basombrío no habría consultado con el jefe de Estado ni con Fernando Zavala, presidente del Consejo de Ministros (PCM), el video grabado que difundió el domingo pasado en el que crucificaba a sus subordinados. No hay otra explicación.

Y si Basombrío se atrevió a remar en una dirección sin consultar sería porque el estilo de “la delegación extrema” que suele cultivar PPK ya no va más. Si cada ministro se cree un mando táctico autónomo puede a suceder que una empresa como Las Bambas, que aporta el 1.5% del PBI nacional, termine siendo “sospechosa de tener vínculos oscuros con la Policía”. Es decir, el mundo totalmente al revés.

De alguna manera al café cargado de PPK debe haber ratificado los poderes plenipotenciarios que ha entregado el jefe de Estado a Zavala en la conducción del Ejecutivo. Es casi seguro que a partir de este hecho los pronunciamientos ministeriales que comprometan la política general del gobierno tendrán que ser aprobados previamente por el jefe de Estado o el PCM. Finalmente, si se paraliza la producción de Las Bambas, todo el plan económico de PPK se convertiría en una enorme interrogante.

En todo caso, más allá de las especulaciones, si las cosas hubieran sucedido de esa manera PPK estaría convirtiendo una crisis en una oportunidad, porque el Ejecutivo necesita un eje de poder, un centro político, que organice la actividad de los ministros.

Víctor Andrés Ponce