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El anti y la guerra sucia

El anti y la guerra sucia
Víctor Andrés Ponce
31 de julio del 2015

Sobre una práctica que destruye la política y el buen periodismo

Antes del mensaje de Fiestas Patrias, el antivoto volvió a cabalgar recordándonos los momentos más turbios de las pasadas elecciones nacionales. Las denuncias en contra de Nadine Heredia y la administración nacionalista, y las imputaciones en contra de Alejandro Toledo, modifican el humor nacional: el nacionalismo aparece vinculado a la corrupción, mientras el llamado elenco estable (Keiko Fujimori, Alan García y PPK) se consolida en la intención de voto hacia el 2016.

Semejante estado de cosas, al parecer, sacó de sus casillas a los estrategas del anti y, en una acción concertada, lanzaron “periodicazos”- como suele decir la izquierda- y se activaron los procesos judiciales de “los narcoindultos” para tratar de alcanzar a García. Sin embargo muchos tiros salieron por la culata.

Las denuncias sobre ausencia de movimientos bancarios de Mark Vito Villanela, esposo de Keiko, fueron patinadas sobre hielo y el titular sobre las llamadas “esterilizaciones forzosas” fue un refrito tan tendencioso que el diario que los publicó se encogió y no volvió a tratar el tema.

Inventar cuentas o ausencia de ellas y valerse de una noticia de hace 25 años que ya se usó en la pasada campaña electoral puede estar en las posibilidades de un político, pero difícil en un periodista. El anti es tan destructivo para la construcción de una política moderna que no solo ha elegido al peor gobierno del siglo XXI (el de Humala) sino que puede terminar barriendo buenas tradiciones periodísticas.

Pero lo más grave en los militantes del antivoto es que, sin ser demasiado conscientes, comienzan a deslizarse hacia el espíritu corrosivo de las sectas. Por alguna razón que los activistas de la anti propaganda deberían investigar, el llamado elenco estable sigue teniendo las preferencias ciudadanas hacia el 2016. Si no quieren abrir los ojos ellos se difuminarán frente a una mayoría que ya ni siquiera los escuchará ni menos leerá. Es el destino de las capillas o de cualquier secta.

El anti sufre de ceguera porque ganó desde la caída del Fujimorato. Quizá con razón o quizá con excesos. El problema es que esas victorias ya fueron. Ahora muerden la derrota. El haber elegido a Humala no es pecado venial, es mortal. El político del anti adelgazará su presencia pública y el periodista que se incline por el panfleto podría desaparecer en un santiamén. Así de terrible podría ser la realidad.

Mientras tanto Keiko, García y PPK, no parecen abandonar los libretos establecidos. El Fujimorismo, luego de la elección de Luis Ibérico, le hace saber al gobierno que solo le interesa la gobernabilidad del sistema. Alan García inicia su campaña, PPK lo pecha por una estrofa del himno nacional, y el líder aprista le envía su factura.

En otras palabras, los candidatos del elenco estable hacen política y de la buena, concentran las cámaras y los flashes, mientras los militantes del anti se desesperan y comienzan la guerra sucia.

Por Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
31 de julio del 2015

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