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¿Dónde está la clase dirigente?

¿Dónde está la clase dirigente?
Víctor Andrés Ponce
08 de octubre del 2014

El mayor reto pendiente de nuestra burguesía es liderar la defensa del sistema Una de las conclusiones de las elecciones subnacionales del domingo pasado es que el colectivismo radical sigue fuerte en provincias. La avalancha electoral a favor de Gregorio Santos en Cajamarca nos plantea una pregunta, ¿el radicalismo puede volver a constituirse en alternativa nacional, tal como sucedió con Ollanta Humala en el 2006 y la primera vuelta del 2011? En política nada es imposible. Todo depende del arte de los actores, pero habría que recordar que si no estamos como en Venezuela, Bolivia y Ecuador es gracias a que hasta hoy una mayoría social y política evitó el giro autoritario. ¿Hasta cuándo nos guiñará la suerte?

Cuando analizamos la fragmentación política y las amenazas autoritarias a la democracia solemos echarle la culpa al abandono estatal y a los llamados partidos. Claro que allí están las responsabilidades. Pero vale recordar lecciones de la historia universal. Las democracias del Reino Unido y de Estados Unidos, y en general todas las sociedades abiertas, reposan sobre saludables economías de mercado. La libertad económica en Occidente permitió el surgimiento de poderosas burguesías que luego se convirtieron en clases dirigentes. Es decir, en guardianes de la democracia y el mercado. Marx, el barbado alemán, con increíble astucia, las llamó “clases dominantes”,  porque él pretendía socializar los medios de producción.

Los partidos Laborista y Conservador en el Reino Unido, y los partidos Demócrata y Republicano en Estados Unidos, no se explicarían sin el papel de las clases dirigentes de sus respectivas sociedades. Pero en las sociedades abiertas junto a los partidos florecen think thanks, revistas y una red ideológica y cultural de organizaciones que las burguesías promueven y desarrollan. En Occidente no solo los defensores del sistema ganan elecciones sino también la hegemonía ideológica y cultural de la sociedad.

De esa dialéctica entre burguesía, intelectuales y partidos, surge la estabilidad de las sociedades abiertas, no obstante las crisis económicas y políticas recurrentes. No hay otra manera de explicar la preeminencia de la democracia en Occidente.

Durante 25 años de economía de mercado en el Perú, ha surgido una poderosa clase empresarial que ha comenzado a expandirse a otros países. Lamentablemente, el desarrollo de nuestra burguesía contrasta con su débil influencia cultural, ideológica y política. Y, por supuesto, también con la extrema debilidad de los partidos que defienden el sistema.

Nuestra clase empresarial ha crecido y se ha fortalecido en una economía de mercado que, no obstante sus problemas y sobrerregulaciones, es una de las más abiertas de América Latina. El hecho de haberse alejado de las prácticas mercantilistas de la sociedad populista, al parecer, ha llevado a nuestros empresarios a tomar distancias con la confrontación ideológica, cultural y política que se desarrolla en cualquier sociedad abierta. Gravísimo y trágico error que a otras sociedades les ha costado el fascismo, el bolchevismo y todo tipo de autoritarismos.

Cuando emergieron las burguesías de Occidente desplazaron a los príncipes y nobles del poder. Pero para gobernar tuvieron que crear facciones y entidades al margen de la familia y la empresa. Nacieron así los partidos políticos, y Antonio Gramsci los llamó los “Príncipes Modernos”. Los partidos de la sociedad abierta, pues, son los nuevos príncipes de la democracia, pero siempre existieron, crecieron y se desarrollaron bajo el auspicio de una clase dirigente.  La historia nos demuestra que no hay democracia sin una burguesía poderosa e influyente. Por todo eso vale preguntarse, ¿dónde está la clase dirigente del Perú?

Por Víctor Andrés Ponce
8 - oct - 2014  

Víctor Andrés Ponce
08 de octubre del 2014

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