Desesperación pepekausista

Apoyo de Mendoza debilita a PPK en Lima

En los predios de PPK se pasea la desesperación. Poco a poco el estado mayor pepekausista debe haberse percatado de que haber centrado la candidatura del gringo de los Andes en la polarización fujimorismo versus antifujimorismo es un error estratégico que puede haber definido la elección. El consejo izquierdista ha sido fatal. En semejante ubicación, PPK ha dejado de ser PPK y, de alguna manera, se han anulado todas las potencialidades que podrían servirle para la victoria.

De pronto el gringo los Andes del 2016 comienza a parecerse demasiado al Humala del 2011: la misma estrategia, los mismos argumentos y similares descalificaciones. El único silencio en esta reedición del bloque antifujimorista viene de Mario Vargas Llosa. Quizá una forma implícita de reconocer que el libreto del 2011 no sirve para ganar esta elección. Y la cosa es sencilla: al margen de la justicia o no de la percepción, el nacionalismo es un cadáver en política. Todo lo que toca lo convierte en nada.

En los últimos días de campaña, cabalgando sobre la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, a PPK solo le resta persistir en la estrategia. El compromiso asumido con el Colectivo No a Keiko y el respaldo de Verónika Mendoza al pepekausismo, empujan a PPK a un extremo que puede enemistarlo con las clases medias de Lima y del norte (sector C), vitales para seguir tentando la victoria. La mayoría de limeños que desarrolló su voto estratégico respaldando a PPK para evitar el ingreso de Verónika Mendoza a la segunda vuelta, ¿cómo así puede seguir apoyando al gringo de los Andes?

Pero eso no es todo. El apoyo de Mendoza le permite a Keiko lanzar una contraofensiva en el sur, sobre todo en el Cusco, señalando que el apoyo de “la izquierda a la derecha es una traición al pueblo del Cusco en el tema del gas”. Cualquiera sea el ángulo desde el que se observen las cosas, los errores parecen acumularse uno tras otro, con la persistencia de un plan que desfiguró a PPK.

Mientras tanto el fujimorismo sigue con la estrategia que ha elaborado hacia el 5 de junio. Keiko prosigue con su intención de crear un escenario de centro izquierda que le permita alcanzar la victoria. El fujimorismo se presenta como la candidatura de abajo, de los excluidos, y se envuelve con todo el ropaje anti establishment que ha cosido la izquierda. Hasta hoy le ha funcionado la idea de enfrentar “una candidatura de los ricos, de los de arriba”. Y PPK no ha hecho nada por variar el rumbo de las cosas, más bien ha continuado corriéndose al extremo del antifujimorismo, en el que la hoz y el martillo se superponen o se mimetizan con la disyuntiva democracia versus autoritarismo.

Impresionante, pero cuando empezó la segunda vuelta PPK tenía todas las de ganar. Sin haber movido un pelo horas después de la votación tenía todo el apoyo del sur, la mayoría de Lima y conseguía un empate técnico, no obstante que Keiko le había sacado 20 puntos de ventaja en la primera vuelta.

El gringo de los Andes solo tenía que interpretar el sentido de ese vuelco: la gente no estaba de acuerdo en que continuara la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que ha emponzoñado la política y explicaba la presencia de Humala en la Casa de Pizarro. De alguna manera quería superar ese enfrentamiento y PPK era el hombre de edad avanzada, de hablar pausado, que podía superar la edad del odio y la excomunión en que ha ingresado el Perú. Sin embargo el comando pepekausista hizo todo lo contrario. Se zambulló con zapatos y todo en la mencionada polarización y, de súbito, PPK dejaba de ser PPK y comenzaba a aparecer un remedo del candidato nacionalista que votaba fuego antikeikista en las elecciones del 2011.

Si bien los analistas y los periodistas solo se aproximan a la verdad y cometen muchos yerros, sobre todo en una sociedad con tanta volatilidad electoral como la nuestra, todo indica que PPK camina sin pausa a un abismo.