¿De luna de miel a luna de hiel?

Los retos de la administración PPK

El descenso de la aprobación de PPK, si bien no es nada alarmante, sí debería ser motivo de preocupación y de ajuste de algunas tuercas. Cualquier analista con buena voluntad sostendría que la pérdida de puntos se debe a que la paciencia de la gente frente a los problemas embalsados tiene un límite. Y es verdad.

Hay problemas que, de no abordarse, podría convertir a la luna de miel en luna de hiel. De alguna manera la administración PPK se ha comprado un libreto que podría resumirse en “salvo la media todo es ilusión”. Semejante apuesta es alentada por una unanimidad mediática a favor que no ayuda a la gobernabilidad. Creer que todo se puede resolver comunicando es una locura, porque lleva a la sobreexposición mediática con pocos resultados en el corto plazo. Es un bumerán brutal.

La artificial polaridad fujimorismo antifujimorismo desató la idea de que todo se solucionaba con la delegación de facultades legislativas. Con la delegación aprobada por el Legislativo el bumerán comienza a girar hacia Palacio. ¿Dónde están las soluciones?, la gente se pregunta. Todo parece indicar que la crisis de seguridad ciudadana continúa agravándose pese al rush mediático del titular del Interior, Carlos Basombrío. Y, en medio de estas constataciones, el bailecito de PPK puede aparecer deslizándose a la frivolidad.

¿Cómo evitar entonces la posibilidad de una luna de hiel? Primero, el gobierno debería abandonar la tesis de que todo se soluciona con la entrevista. Y, luego, empezar a comunicar que los problemas no se resolverán de la noche a la mañana; y que son tan graves que se necesita el concurso de todos los sectores, no solo de los amigos de la izquierda.

Quizá enseguida la administración pepekausista debería dibujar un mapa de riesgos y pintar los colores clásicos sobre algunos puntos: desde el rojo, naranja, amarillo hasta el verde. Si se necesita avanzar en seguridad ciudadana usar el rojo para elaborar un plan de resultados inmediatos y convocar a la ciudadanía. Pero sobre todo humildad: nadie puede solucionar las cosas en un año, por favor.

Si se ha detectado que hay un plan del radicalismo antiminero para golpear a Las Bambas (proyecto que agrega 1.5% al PBI) hay que usar el rojo y movilizar a todo el Estado para resolver los compromisos de las mesas de diálogo. La idea de un mapa de riesgos que se actualiza permanente permitiría que la política estatal pase a la ofensiva y reduzca el margen de maniobra del radicalismo antisistema.

De otro lado, una lógica diferente en la administración PPK obliga a definir un centro político de poder en el Ejecutivo. A medida que PPK siga con el bailecito la imagen de un gobierno sin un eje de poder puede ir acentuándose. Algo así no puede suceder.

Si bien los ministros son autónomos —está claro que no pueden ser solo secretarios—, el gobierno no debería hablar de formalización mientras se va gestando un posible conflicto social entre el sector Energía y Minas y las organizaciones de mineros informales. Se necesita, pues, que Fernando Zavala, en calidad de presidente del Consejo de Ministros, se convierta en un verdadero jefe de Gobierno. No hay otra.

Parece inevitable que descienda la popularidad del nuevo Gobierno. Los problemas acumulados no se resolverán en meses ni en un quinquenio, mientras que la paciencia de las nuevas clases medias (ex pobres) comienza agotarse.

En el Perú una administración que pierde popularidad no es mayor problema para la gobernabilidad. Pero un gobierno que cae en aprobación en medio de conflictos sociales —que pueden ser ensangrentados por el radicalismo— si representa una enorme interrogante. De allí la necesidad del Ejecutivo de comunicar señalando los límites para resolver los problemas, de elaborar un mapa de riesgos y organizar un centro de poder.

 

Víctor Andrés Ponce