Crisis de gobernabilidad a la vista

Los peligros de un eventual gobierno del Frente Amplio

Todos los sondeos de opinión señalan que el fujimorismo iba a pasar a la segunda vuelta y que va a gozar de una mayoría parlamentaria de alrededor de 70 representantes. Todas las encuestas también indican que la disputa por el segundo lugar está entre PPK y Verónika Mendoza. Estos datos nos sirven para ensayar especulaciones sobre los posibles escenarios de segunda vuelta.

En un hipotético triunfo del fujimorismo en el ballotage hay poco para especular. Presidencia y control del Legislativo son herramientas claves para la gobernabilidad. Los problemas no estarían por el lado del universo institucional sino en los territorios sociales y políticos.

En una hipotética segunda ronda entre Keiko y PPK, y con el triunfo del gringo de los Andes, no se vislumbrarían mayores problemas de gobernabilidad porque, de una u otra manera, el fujimorismo es un partido que ha llegado para quedarse y una mayoría parlamentaria naranja siempre estará interesada en preservar la democracia. Es más, la colaboración del fujimorismo con el pepekausismo convertiría a los herederos de los noventa en protagonistas incuestionables de la República, en camino a la quinta elección nacional sin interrupciones.

Sin embargo el pesimismo y un horizonte repleto de sombras aparecen ante una hipotética segunda vuelta entre Keiko y Verónika Mendoza, en la que la candidata del Frente Amplio logra la victoria electoral. Mendoza ha propuesto derogar la Carta Política de 1993 porque esa constitución consagra la preeminencia de la propiedad privada, la competencia, la inviolabilidad de los contratos y el papel subsidiario del Estado en la economía. En otras palabras, la postulante del Frente Amplio quiere anular esta constitución porque es la principal muralla en contra de su propuesta proteccionista y estatista que resucitaría al Estado empresario.

Por su lado, la mayoría parlamentaria que se gestará en el próximo Legislativo defendería incuestionablemente la actual Constitución, pues el crecimiento, la reducción de la pobreza y los círculos virtuosos de la economía no se pueden explicar sin ese orden constitucional.

Si los principales voceros del Frente Amplio han afirmado categóricamente que, en una eventual segunda ronda, Verónika Mendoza de ninguna manera arriará sus banderas ni firmará “Hoja de ruta” alguna, ¿cómo se resuelve la gobernabilidad? Es decir, el Frente Amplio aparece más duro y pétreo doctrinariamente que el nacionalismo del 2016, que hizo un juramento ante Mario Vargas Llosa.

¿Cómo funcionaría la democracia con una mayoría parlamentaria que defendiera la Carta Política y un Ejecutivo con líderes extremadamente ideologizados que, ya en el poder, creyeran que ha llegado la hora de materializar las ideologías? En un contexto de ese tipo es evidente que el Frente Amplio naufragaría frente a una mayoría política y social del país, que además estaría ampliamente respaldada por una mayoría parlamentaria que, de acuerdo a los preceptos de la Constitución, detendría iniciativas que intenten, por ejemplo, resucitar el Estado empresario.

En todo caso, se trata de una especulación tenebrosa para la democracia y la libertad, pero que obliga a la reflexión del elector en estos días que faltan para la elección nacional. ¿Queremos una segunda vuelta que reedite las pasiones y los enfrentamientos del 2011 y que han causado tanto daño a la institucionalidad del país? ¿O queremos una segunda ronda en la que los enfrentamientos y las discrepancias no cancelen la posibilidad de convergencias?

Víctor Andrés Ponce