¿Congreso sin reformas?

Ha culminado la guerra Ejecutivo - Legislativo, y la novedad política es una especie de remanso político post PPK. Las aguas calmas no solo tienen que ver con que la guerra se definió a favor de un lado, sino también con el instinto natural de sobrevivencia. El bando ganador quedó tan golpeado que, incluso, hoy debe discutirse cómo hará la mayoría legislativa para reorganizarse hacia el 2021. En ese contexto la paz aparece como una real posibilidad, al margen de cualquier intención.

Transcurridas algunas semanas de la última batalla que se definió con la renuncia de Kuczynski, más allá de la pacificación del espacio público, cualquiera podría decir que no hay nada bajo nuevo el sol. Claro que la propia paz es enorme luego de cualquier guerra. Sin embargo, después de la guerra no solo es suficiente la paz, se necesita la reconstrucción.

Y en este horizonte el Congreso permanece impávido, incapaz de movilizar sus fuerzas hacia objetivos de reformas institucionales, económicas y sociales, no obstante que la pobreza acaba de aumentar en un punto. Es incuestionable que el Ejecutivo es el principal responsable de impulsar reformas, sin embargo por la naturaleza y fragilidad del nuevo gobierno, el papel de la mayoría congresal se acrecienta a niveles impensados.

¿A qué vamos? La mayoría legislativa relativa en el Congreso se parece a un país en escombros luego de haber ganado una guerra. La polarización Ejecutivo - Legislativo fue tan cruenta que la ciudadanía, inevitablemente, castigará. Alberto Fujimori en libertad hizo lo impensable para destruir a la propia organización que explica su indulto, y la falta de una institucionalidad partidaria en Fuerza Popular permitió el reclutamiento de ciertos congresistas impresentables, como se suele decir.

En este contexto, ¿se puede reconstruir entonces Fuerza Popular? La política es el arte de lo posible, y el único camino pasa por ligar el futuro político al futuro del Congreso. Es decir, convertir al Legislativo en el centro de las reformas institucionales que el Perú necesita y volver a recuperar al ADN que hacía del fujimorismo una alianza entre excluidos, Estado y empresarios. Ahora no hay reformas y, en ocasiones, Fuerza Popular se confunde con el Frente Amplio en cuanto a iniciativas populistas. El asunto es demasiado grave.

Cuando el país vuelve a aumentar pobreza, el Perú demanda una reacción sentida de su Ejecutivo y Legislativo. Una obsesión legislativa por desenmarañar toda la legislación que ahoga a las inversiones porque, finalmente, sin una nueva ola de reformas que desarrolle las pasadas reformas de los noventa el Perú ralentizará su crecimiento, seguirá aumentando pobreza y estará a merced del antisistema.

Puede existir la tentación de no hacer nada, o creer que la reconstrucción pasa por hacer más de lo mismo. Es decir, volver a las bases, confundirse con sus problemas y demandas para buscar la mejor representación. Semejante actitud es el alma de los partidos populares. Sin embargo, luego de haber sido mayoría legislativa, luego de participar en una especie de gobierno dividido, nadie puede eludir responsabilidades. El fracaso o el éxito del Ejecutivo también salpica y mucho.

Volver a las provincias sirve para recuperar las bases populares, pero convertir al Legislativo en el centro de las reformas que el Perú necesita reconstruye y relanza a un movimiento político frente a toda la nación peruana. Y si en ese camino se separa a los congresistas que acumulan despropósitos, entonces la reconstrucción es posible. De lo contrario la experiencia popular del fujimorismo podría entrar en crisis terminal.