¿Cómo van los Príncipes Modernos?

Protagonismo del Congreso favorece a partidos

El restablecimiento pleno del control político del Legislativo que hemos contemplado en el proceso de aprobación de la delegación de facultades para el Ejecutivo en los últimos días, no solo reconstruye con rapidez la imagen del Congreso, sino que inicia una lógica que, en el largo plazo, podría terminar fortaleciendo a los proyectos partidarios que existen en el Perú.

Una lógica de permanente negociación con la mayoría parlamentaria restablece el valor de la idea de partido: sin el fujimorismo no se puede armar la gobernabilidad, o sin el acuerdo con un partido las instituciones de la democracia no pueden funcionar adecuadamente, parecen ser las primeras conclusiones. Ojo, la percepción se refiere a una colectividad. No se trata de un acuerdo entre PPK y Keiko Fujimori ni de la sola voluntad de la lideresa fujimorista, sino de la acción de una mayoría legislativa absoluta. ¿No es un tremendo activo para restablecer la imagen del partido en el sistema político?

En los últimos quince años de democracia no hubo nada semejante. La gobernabilidad del gobierno de Alejandro Toledo se organizó sobre la base de la buena voluntad entre el propio Toledo y Fernando Olivera (en ese entonces el FIM aportaba votos en el Congreso). El papel de los líderes ahogaba cualquier idea de colectividad.

En el segundo gobierno de Alan García se manejó la viabilidad institucional por la buena onda del fujimorismo y de Keiko Fujimori, pero no hubo la idea de colectividad que se vislumbra ahora. Ni qué decir de la administración nacionalista: detrás de la mayoría humalista estaba la injerencia destructiva de Nadine Heredia, y al final las cosas marcharon por la buena voluntad naranja en el Congreso. Pero igual, cualquier imagen de colectividad se empequeñece frente a lo que se comienza a ver ahora en el Legislativo.

Así son las paradojas de la historia. El fujimorismo siempre fue asociado con los antipartidos y la promoción del transfuguismo. Hoy, para sobrevivir como mayoría legislativa y evitar la dispersión, el movimiento naranja solo tiene un camino: echar mano de las mejores tradiciones partidarias de la democracia. En la mayoría legislativa se comienza a observar una intensa vida interna, y se empiezan a crear organismos y procedimientos de votación para tramitar las diferencias y mantener la unidad. Al parecer el protagonismo de Keiko en la bancada solo puede funcionar respetando la institucionalidad parlamentaria que se empieza a construir. De lo contrario, las Yeni Vilcatoma podrían saltar a diestra y siniestra.

Finalmente, la separación de Vilcatoma antes que debilitar al movimiento naranja ha terminado —al menos temporalmente— por ajustar algunas tuercas que estaban flojas. La virtual soledad y aislamiento de Vilcatoma desalienta cualquier fractura y el dictamen sobre el transfuguismo, que recoge los consensos de los últimos quince años para fortalecer a las bancadas partidarias, simplemente organiza un nuevo escenario a favor de los Príncipes Modernos. Es decir, de los partidos o proyectos de partidos.

Aunque parezca mentira, quizá los resultados de la elección nacional, la dialéctica entre el Ejecutivo y el Legislativo en la investidura ministerial, la delegación de facultades y el prematuro caso Vilcatoma están abonando a favor de las colectividades. De esta situación no solo se beneficiará el fujimorismo, sino también el pepekausismo, el frenteamplismo, el aprismo, el acciopopulismo y el alianzaprogresismo. Ojalá.

Víctor Andrés Ponce