¿Cómo destrabar la coyuntura?

La sensación de que el Perú está parado por la coyuntura vacancia/indulto persiste. por más que los repentinos estrategas palaciegos muevan cielo y tierra para cambiar las impresiones. Desde el sorprendente retiro de la invitación a Nicolás Maduro, pasando por el aumento de la Remuneración Mínima Vital, hasta ministros que lloran con madres de familia y pronunciamientos de todo tipo que acompañan a las olas mediáticas. Quizá algo que podría cambiar la percepción sea la eventual adjudicación del proyecto Michiquillay en los próximos días. Sin embargo, ver para creer dijo el ciego. Todo aparece en suspenso.

¿Por qué el Perú aparece congelado a la espera del resultado de una guerra civil? La respuesta es simple, y el periodista español Ramón Cendoya, en una entrevista en El Montonero.pe, la acaba de señalar: las investigaciones por corrupción económica del caso Lava Jato se han convertido en una guerra política. En otras palabras, un asunto judicial y económico —tal como sucede en Estados Unidos, Panamá, República Dominicana, Brasil y Colombia– se ha transformado en una virtual guerra política que ya comenzó a tragarse el crecimiento y la gobernabilidad. Y el asunto parece seguir igualito luego de la coyuntura vacancia/indulto.

Para intentar encontrar salidas vale preguntarse, ¿cómo hemos llegado a esto? Seguramente estaré en solitario, pero la estrategia caviar que pretendió dividir a la mayoría legislativa (algo conseguido parcialmente), judicializar a Fuerza Popular hasta el 2021 y encarcelar a sus líderes (previo el torpe allanamiento de locales partidarios) sin razones legales valederas, es la única explicación del desmadre político y económico armado en el Perú. Fuerza Popular decidió hacer la guerra civil e impulsó la fallida vacancia. Y allí estamos, pues.

Todo se explica por esa guerra iniciada por la frivolidad caviar. Por ejemplo, Cendoya, con absoluta justicia, denuncia el muñeco armado por los fiscales sobre un supuesto “club de la construcción”, en base a declaraciones de colaborador eficaz vinculado a Odebrecht.

El colaborador ha desviado la atención de la empresa brasileña a las constructoras peruanas y dos empresarios —que gustaban jugar a la política ruda con los medios— siguen injustamente apresados. ¿Por qué? Todo parece indicar que luego de la acusación constitucional al fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, algunos fiscales “quieren demostrar al país” que ellos no pretendían judicializar a Fuerza Popular para tapar los pagos de Odebrecht a Westfield; y en ese camino, también castigan a algunos empresarios que jugaban a la política. Sin embargo, aquí no hay justicia, hay juego de tronos. Ni hay club de la construcción ni los empresarios, según la ley, deberían estar encarcelados.

El resultado en esta guerra que iniciaron los caviares, luego del allanamiento partidario, pudo ser otro: los líderes de Fuerza Popular podrían haber sido los encarcelados. Sin embargo es hora de detener todo este proceso autodestructivo. Finalmente, Fuerza Popular parece haber ganado largamente. Allí están los resultados. La pregunta entonces es: ¿vale hacer lo que la izquierda caviar pretendió perpetrar? De ninguna manera.

La democracia requiere grandeza. Es hora de bajar las armas. Quizá Jorge Barata siga teniendo poder, pero solo hasta el día que declare. Desde allí el Perú debe recuperar el sentido común: Ejecutivo y Legislativo deben promulgar la nueva norma que reemplace el D. U. N° 003 para relanzar la construcción, si el jefe de Estado siente la necesidad de renunciar ante lo evidente debería hacerlo antes de que la guerra vuelva a recrudecer y más allá de lo que digan los encuestadores y opinólogos oficiales —sobre los ganadores y vencedores—, los triunfadores deben demostrar grandeza en la victoria. Finalmente el poder político se hizo respetar y se desmontó un inefable putch caviar. Los empresarios, a invertir; los políticos, a pactar por los cosa pública. Y que el Perú siga creciendo, por favor.