Anemia sube y Vizcarra en portadas

El presidente Martín Vizcarra parece que ha comenzado a practicar el mismo arte de no gobernar que solía cultivar el ex presidente Kuczynski . ¿Cómo así? El jefe de Estado se ha ubicado en la misma geografía desde la cual el Ejecutivo liderado por Kuczynski se enfrentó al Congreso. Si bien los tonos e intensidades son diferentes, los resultados son los mismos: subir algunos puntitos en las encuestas sin demasiado gobierno. La prueba evidente: Vizcarra sube, pero sus ministros no. Más allá de las benevolencias de las encuestadoras, el presidente gana en el corto plazo, pero pierde en el mediano y el largo.

La noticia acerca de que la anemia a nivel nacional se incrementa de 43.6% a 46.6% si bien no es de entera responsabilidad de Vizcarra, sí es un golpe que se sumará a otros: los retrasos en la reconstrucción del norte, el desborde de la criminalidad (que sigue disparándose) y el incremento de los muertos por el friaje.

Cuando las mencionadas noticias toquen las puertas de Palacio, la gente percibirá que solo hay un Presidente que pretende liderar la indignación ciudadana contra la corrupción, que flagela a todas las instituciones con tal de incrementar popularidad, que plantea una extraña propuesta de reforma política y referéndum que solo han logrado desplazar del interés nacional a la reforma del sistema de justicia. Y si eso sucede, la indignación se volverá en contra de él.

Ahora bien, ¿por qué Vizcarra se ha embarcado en esta absurda estrategia en la que solo puede perder? Existe un trascendido que señala que el Presidente habría solicitado a algunos bufetes de abogados estudios jurídicos para ver posibilidades de una eventual candidatura en el 2021. Si se confirman semejantes informaciones, entonces, todo tendría sentido. El populismo político con que se envuelve Vizcarra apuntaría a jugar con los límites de la Constitución. En fin, cada uno tiene derecho al suicidio y a dejarse cortejar por los ayayeros que pululan en el poder.

Pero al margen de cualquier especulación, es evidente que el tsunami en contra que enfrentará Vizcarra tiene que ver con los asuntos del gobierno. ¿Por qué? La estrategia de representar la indignación ciudadana en una figura (Vizcarra) solo puede prosperar si las instituciones no concretan las reformas y extienden un manto de impunidad sobre la corrupción. Eso parece imposible.

Todo indica que el Congreso tramitará la reforma judicial, calculará en cuanto a la reforma política y medirá las posibilidades del referéndum. Además procesará las acusaciones constitucionales respectivas. En cuanto a la impunidad, la histeria y obsesión mediática en contra del fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, posiblemente se estrellará con el avance de las investigaciones y procesos contra los implicados del caso Lava Jato. De pronto, los escenarios podrían cambiar en medio de una confirmación que puede gustar o disgustar a algunos: la coalición mediática que, de una u otra manera, arbitró en la política en los últimos 18 años habrá sido puesta en el lugar que le corresponde en una sociedad abierta: las redacciones y la adrenalina de un buen reportaje.

De presentarse este escenario, ¿cuáles son las posibilidades del jefe de Estado si continúa relativizando los asuntos del gobierno por el puntito de la encuestadora amiga? Es evidente que la indignación ciudadana lo debilitará de tal manera que la mayoría legislativa estará en la obligación de volver a sostenerlo, más allá del fastidio que debe causar la facilidad con que Vizcarra suele mudar de piel. Y pensar que el Presidente tiene otro camino: liderar la convergencia Ejecutivo y Legislativo para concretar las reformas de justicia y política, y avanzar en otras extremadamente urgentes para relanzar el crecimiento. Es decir, pensar que puede hacer historia. Pero cada uno se pone los límites que desea.