¡A enfrentar al antisistema!

Mientras los ministros del ala izquierda del Gabinete renuncian por el indulto al ex presidente Alberto Fujimori, y no por los pagos de Odebrecht a Westfield, la izquierda antisistema sueña con una nueva “Marcha de los Cuatro Suyos”, ya no para encumbrar a un engreído de la izquierda caviar —como sucedió con la caída del fujimorato—, sino para tentar con un Gregorio Santos en medio del fortalecimiento de los movimientos radicales y el Movadef de Sendero Luminoso. En un afiche que se volantea en todas las provincias se dice: “El Perú se prepara para la marcha de los cuatro suyos”. “Contra el indulto a Fujimori y la corrupción, y por el cierre del Congreso, nuevas elecciones y nueva Constitución”. No se anuncia fecha, pero se habla del 13 de enero o del 17. Veremos.

El objetivo del radicalismo es simple: convertir al Perú en un polvorín social antes de la llegada del Papa. El método es el empleado en la pasada huelga del SUTEP: echar mano de los recursos de las economías ilegales para enviar buses y camiones con activistas que armen la pampa en la capital. Bueno, cuando los radicales intentan amenazar todos los cimientos de la República, ¿cuál es el pronunciamiento de Keiko Fujimori, de Alan García, de Alfredo Barnechea y de Julio Guzmán?¿Acaso apoyarán la marcha Mario Vargas Llosa, Pedro Cateriano y los ex ministros pepekausas antifujimoristas, que se han retirado del Gabinete? Veremos.

Una de las ventajas que el Perú tiene para enfrentar este intento chavista de imponer el lenguaje de las turbas en la crisis política es que el ala izquierda del Gabinete ya no está en Palacio. Al frente del Ministerio del Interior está Vicente Romero, un profesional a carta cabal, quien debería centralizar la inteligencia, promover una movilización de fiscales y jueces y proceder a aplicar la ley sin dudas. Después de quince años de abdicación de la autoridad democrática, imponer la ley y el orden podría ser un enorme logro del Ejecutivo pepekausa. ¿Por qué? Es la única manera de evitar que las turbas tomen las calles y provoquen a la policía hasta que a un efectivo desesperado se le escape una bala. Los activistas que marcharan no son los ingenuos pulpines que sueñan con una historia propia, sino avezados activistas que necesitan una cuota de sangre para legitimar su estrategia puchista. Ellos son los epígonos de Evo Morales y saben que la calle es la ideología y el programa.

La ofensiva de la izquierda antisistema se produce en el preciso momento en que el establishment caviar se desmorona ladrillo por ladrillo, horas después del indulto presidencial. Cuando se cae un orden, un bloque de poder como el antifujimorista, se produce un vacío de poder, sobre todo por la manera cómo se produjo el indulto: se concedió la gracia para salvar una presidencia cuestionada y fracturar a la mayoría legislativa. No se otorgó el indulto para gestar un pacto a la española o chilena.

Sin embargo sería una locura discutir sobre cuál es el sexo de los ángeles cuando la izquierda antifujimorista se retira del Gabinete, cuando el antisistema pretende tomar las calles para adelantar elecciones y convocar una nueva Constituyente, cuando Gregorio quiere la foto en las calles antes de la llegada del Papa (el hombre sueña con ser Evo) y cuando todos los activos institucionales, económicos y sociales de la República se ponen en cuestión por el fundamentalismo antifujimorista que parece más poderoso que Marx, los programas de izquierda, la lucha contra la corrupción y todas las demás banderas que levantan “los políticos decentes”.

En todo caso callar ante la asonada antisistema es una forma de complicidad. Si alguien cree que puede mezclar el agua y el aceite se equivoca. Si los demócratas no defienden la democracia, entonces los autoritarios lo harán, aplastarán a la izquierda antisistema, pero igualmente herirán a la libertad. ¡Mucho cuidado!