A días de asumir el poder

Las encrucijadas que debe resolver PPK

A pocos días de asumir el mando presidencial, algunos celebran que PKK incremente su popularidad en 6 puntos; es decir, que consiga 56% frente al 50% del mes anterior (el mismo porcentaje con que fue elegido en la elección nacional).

Sin embargo, si consideramos que en la primera vuelta el 70% del electorado votó a favor de propuestas promercado, ¿cómo entender el 56% de PPK? Demasiado poco, ¿no? Sobre todo si recordamos que en la elección del 2011 Ollanta Humala —que había conseguido alrededor del 30% en la primera ronda—, días antes de asumir el poder, alcanzaba cerca del 70% de aprobación. También vale recordar que, en los comicios del 2011, en la primera vuelta el 70% de la ciudadanía se pronunció a favor de propuestas promercado. ¿Humala es más eficaz en política que PPK? ¿Qué sucede?

La cosa es más simple. La ciudadanía premió “la aparente moderación” que demostraba entonces Humala (luego desmentida por el intento de comprar La Pampilla), en tanto que la mitad de electores que no votó por el Gringo de los Andes se muestra reacia a apoyar a la nueva administración. Suena a un verdadero delirio nacional, ¿no es verdad? PPK hoy debería sobrepasar el 70% de aprobación, y allí debería residir su fuerza para gobernar y emprender reformas.

Si bien es imposible negar el acierto de encumbrar a una tecnocracia liberal en el Gabinete, también es verdad que PPK sigue atrapado en la polarización antifujimorismo versus fujimorismo, que se le ha vendido desde las tiendas de la izquierda y del periódico antifujimorista devorado por las histerias de la pasada elección. ¿Cuál era el argumento del izquierdista y del periodista antifujimorista? Que Keiko Fujimori no había visitado al presidente electo; sin embargo, Fernando Zavala se reunirá hoy con los voceros de la mayoría fujimorista del Legislativo sin mediar marcha alguna.

Cualquiera sea el ángulo de enfoque, el presidente electo está malgastando el inicio de la luna de miel de la que suelen gozar todas las administraciones que asumen el poder. Semejante momento es en el que el jefe de Estado puede ampliar hasta el máximo su popularidad, tender todos los puentes habidos y por haber, y dirigirse a todos los electores que no votaron por él y, de este modo, conseguir el respaldo para emprender las reformas que le pongan nombre y apellido a su gobierno.

Sin embargo, PPK, el jefe de Estado que está llamado a liderar —tanto por su trayectoria como por los resultados electorales—un gobierno que supere la polarización antifujimorismo versus fujimorismo e instaure un proceso de convergencia nacional, luego de su elección anunció una marcha hacia el Legislativo y luego se reunió en tres ocasiones con Ollanta Humala. La última, horas antes de anunciar a su Gabinete.

El gran problema de PPK es que está dejando sin respaldo a lo mejor de su gobierno: la tecnocracia liberal. Ya todos sabemos que la izquierda y el Frente Amplio se disponen a disparar contra el propio Zavala, Alfredo Thorne y a todo lo que huela a libre mercado y tradición MEF. En ese contexto, pretender que buscar acuerdos con la mayoría legislativa es “someterse a ella” resulta un verdadero delirio; o solo puede explicarse por una estrategia de izquierda, claramente delineada para colonizar al pepekausismo, hasta que el fracaso sobrevenga, y luego seguir colonizando otras administraciones.

Buena tecnocracia y mala política, buena economía y mala política, parecen haber sido las características de la sociedad que todos construimos en la democracia post-Fujimori. Hasta hoy PPK parece atrapado en esa contradicción.