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2017: KEIKO, DEL SILENCIO A LA PALABRA

2017: KEIKO, DEL SILENCIO A LA PALABRA
Víctor Andrés Ponce
09 de enero del 2017

La necesidad de hablarle al país y a los actores

Durante el último semestre del 2016, luego de su derrota electoral, Keiko Fujimori hizo lo que cualquier jefe político de un partido histórico habría hecho: focalizar la energía y los esfuerzos en preservar una mayoría legislativa inédita en la democracia posfujimorato y mantener la unidad y el impulso del movimiento naranja como primera fuerza política. Hasta hoy la lideresa fujimorista lo ha logrado y eso, más allá de los delirios del radicalismo antifujimorista, ha sido muy bueno para la República y para la propia administración PPK.

Un fujimorismo en camino a la disgregación nos habría llevado a preguntarnos: ¿qué idea de colectividad política (por no hablar de partidos) existe en el Perú? ¿El pepekausismo, el frenteamplismo, el acciopopulismo, el narcicismo guzmanista, el aprismo en retirada? La respuesta tendría que ser desoladora. Y en una típica sociedad de ingresos medios con un Estado obsoleto quizá habría llegado la hora del antisistema, porque no habría existido la muralla naranja en el movimiento popular y emergente.

Otro de los méritos del liderazgo de Keiko es haber pulverizado la estrategia del radicalismo antifujimorista, que buscaba vetar el derecho del fujimorismo a ejercer su condición de mayoría legislativa. Si el movimiento naranja aceptaba el veto dejaba de ser mayoría y comenzaba el camino de la fragmentación política. Bueno, hasta allí los méritos del fujimorismo y de Keiko. Sin embargo, luego de galvanizar a una mayoría con una censura altamente politizada en contra de los medios y la mayoría de opiniones oficiales, el fujimorismo ha acrecentado sus obligaciones y también sus vulnerabilidades.

Por ejemplo, la idea de que existen responsabilidades compartidas en el gobierno no será solo una idea, sino que se convertirá en una imagen que adquirirá mayor densidad. De allí el pesimismo luego de la censura y el optimismo que se desató luego de la cumbre entre PPK y Keiko, antes de fines del 2016. En otras palabras, el fujimorismo hizo política, como en las mejores escuelas, e incluso le puso un broche de oro antes de las fiestas.

¿Significa que el mundo es perfecto para los naranjas? De ninguna manera. Si bien al Gabinete Zavala le sobra tecnocracia y tiene las cosas claras en cuanto a la desregulación del Estado burocrático y la reactivación económica, le falta mucha política. El sur comienza calentarse y las minas del sur pretenden ser sitiadas por el radicalismo antiminero, mientras el caso Odebrecht produce terremotos que pueden sacudir al Ejecutivo.

En este contexto, el radicalismo antifujimorista pretende echarle todas las culpas de los yerros pepekausas al fujimorismo e, incluso, habla de una delirante estrategia naranja para vacar al jefe de Estado. En otras palabras, si no avanzan las convergencias entre pepekausas y fujimoristas las cosas tenderán a deteriorarse. En cualquiera de los escenarios, el fujimorismo debe comprometerse, como primera fuerza política, a garantizar que la administración PPK entregue el poder el 2021 e impulse reformas para acercarse al éxito, sin necesidad de renunciar a liderar la oposición.

Para que se organice un escenario positivo para la gobernabilidad, inevitablemente Keiko debería pasar del silencio a la palabra. Es decir, no solo ejercer su condición de jefa política, sino dirigirse al país, a los actores y a las instituciones con mensajes claros sobre qué significa fortalecer la gobernabilidad y sin renunciar a la índole opositora. Si persiste el silencio, el radicalismo antifujimorista se convertirá en intérprete de la falta de palabras y proseguirá con sus delirantes relatos apocalípticos.

Si consideramos que la administración PPK es una de las más frágiles de las últimas décadas y que el caso Odebrecht golpeará con dureza a la política y el espacio público, echar mano de la palabra no es una opción sino una imperiosa necesidad para Keiko.

Por Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
09 de enero del 2017

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